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AMAR EL PANTANO
08-02-2023
Buenos Aires

Amar el pantano
(publicado en Summa+192)


Hace casi un siglo que las administraciones de la ciudad de Buenos Aires empezaron a entubar sus arroyos. Doce cuencas han sido, durante décadas, ocultadas bajo losas o tubos de hormigón armado que en su superficie son avenidas, calles y hasta parques. Ésta iniciativa marcaría el (no tan afortunado) destino de las aguas urbanas que en la actualidad están enterradas bajo el asfalto. Los paradigmas cambian y hoy podemos preguntarnos: ¿es posible dinamitar el hormigón y recuperar el pantano?

A fines del siglo XIX y principios del XX, la visión de progreso impulsó la idea de superponer obras civiles a los cursos de agua que surcaban la ciudad. Entre 1927 y 1954 el gobierno de la ciudad reemplazó los arroyos a cielo abierto por un conjunto de emisarios y conductos secundarios entubados y enterrados. Se reemplazó un paisaje de agua y pastizales por superficies asfaltadas, calles y avenidas impermeables. El agua que circula bajo estas superficies no ve el sol ni respira el aire fresco desde hace décadas. Entre ella y quienes habitan la ciudad no hay un vínculo directo: no vemos los arroyos y muchas personas ni siquiera conocen de su existencia.

Los arroyos que circulan bajo la línea de vereda de la ciudad de Buenos Aires y que desembocan en el Río de la Plata son el Medrano, el White, el Vega, el Maldonado y los arroyos del Radio Antiguo-Ugarteche, mientras que los arroyos Boca-Barracas, Elía, Ochoa, Erézcano, Cildañez y Larrazábal-Escalada terminan su recorrido en el Riachuelo, el río más contaminado del país que también desemboca en el Río de la Plata. El Maldonado, el Medrano, el Cildañez y el Matanza-Riachuelo, traspasan los límites jurisdiccionales de la Ciudad de Buenos Aires generando una situación hidrológica aún más compleja.

El entubamiento de los arroyos porteños fue un símbolo de progreso en consonancia con ideas de urbanización de las principales ciudades del mundo que coincidió con el inicio de la producción industrial a escala masiva de cemento Portland en las ciudades de Olavarría y Córdoba. Éste material es el pilar de la obra pública hormigonera y su producción pasó a formar parte de la naturaleza urbana que se superpuso al pantano: el hormigón armado. El ecosistema hídrico fue destruido, el paisaje urbano se modificó drásticamente y las aguas ya contaminadas quedaron ocultas.

Sin embargo, desde hace algunas décadas hay quienes piensan que liberar los arroyos es una forma de construir una relación diferente con la naturaleza subyacente que hemos ocultado. Como excusa para replantearnos el modo de vida que heredamos, la pandemia de covid 19 nos enfrentó con la posibilidad de revisar cómo son las ciudades donde habitamos, qué vínculo tenemos con la naturaleza y cómo queremos vivir.